domingo, 25 de julio de 2010

NEPAL III. DIFERENTES FORMAS DE ALCANZAR LA GLORIA


Nos montamos en un taxi para ir a Pashupatinath, lugar a orillas del río Bagmati, repleto de templos y donde se realizan las cremaciones de los muertos en Katmandú.
- Where are you from? (a partir de aquí lo cuento traducido)
- De España.
- ¿De verdad?
- ¿Sabes donde está España?
- Claro!!, este año los campeones del mundo!!!
- Pues sí.
- ¿Cómo fue?
- Muy emocionante, la gente en la calle celebrando el triunfo, mucha fiesta.
- Aquí en Nepal también muy contentos. Todos íbamos con España, ese día no trabajé, mi mujer y mi hijo son incluso más forofos de España que yo. Le prometí a mi hijo que si ganaba España le compraría la camiseta del equipo.
- ¿Se la has comprado?
- Al día siguiente, y creo que aún no se la ha quitado. Estaba muy contento.
- Ahora el escudo ya tiene una estrella.
- Ya lo sé, la camiseta de mi hijo la compré con la estrella.
- ¿Al día siguiente?
- Sí, sí (RIE)
- ¡Increíble!
- Aquí en Nepal todo el mundo con España.
- ¿Por qué?
- Son muy buenos jugadores. Son los campeones del “Fair play”.
- Eso es verdad y además son buenos chicos.
- Y el entrenador también, ese hombre que es muy serio… (RIE Y SE LLEVA LA MANO A LA BARBILLA SIMULANDO LA EXPRESION ABURRIDA DE DEL BOSQUE)
Llegamos a Pashupatinath y el taxista nos saludaba como quien lo hace a personas importantes. Qué pena que Cervantes no jugase al futbol, o Javier Marías, o Antonio Muñoz Molina…
Nada más entrar percibimos el olor de la pira funeraria tan reconocible para quien lo ha olido alguna vez. En el aire flota una neblina que proviene del humo blanco y espeso provocado por el fuego. El Río discurre por un cauce empedrado, sin mucha profundidad. Es un río de color fango y sobre él flotan plásticos y guirnaldas naranjas que cubrieron a los cadáveres, aunque un poco más adelante unos jóvenes se tiran a una poza desde un montículo. También unas mujeres están lavando la ropa en la orilla opuesta a las piras. Una incluso se está dando un baño cubriendo su desnudez con un sari de color verde. Muchos niños pequeños corretean mientras sus madres lavan. Junto a las escalinatas que descienden al río se sitúan unas plataformas de piedra sobre las que se colocan los rimeros de leña. Algunos ya están ardiendo. Los familiares esperan junto a la pira hasta que se extinga el fuego, después empujan los restos al río que los engulle como un cocodrilo hambriento, la ceniza flota río abajo y el humo cielo arriba.
Junto al río han colocado el cuerpo amortajado de una mujer, reconocible porque lleva la cara descubierta. Junto a ella un hombre le besa los pies, después las manos y finalmente la cara. Riega con agua del río el cuerpo y posteriormente comienza a engalanar el sudario con tiras de guirnaldas naranja, del mismo color de la sábana que la cubre. Numerosas personas contemplan en silencio el ritual. Los familiares colocan el cadáver en una camilla de chapa y la elevan sobre sus hombros para transportarla hasta la pira. Cuando la depositan sobre la madera, colocan algunos leños sobre ella y la cubren completamente con paja. El hombre comienza a rodear al cadáver en una especie de rito con una vela encendida. Después de unas vueltas prende la pira por el lado de la cabeza. Otros hombres comienzan a expandir el fuego por los troncos más bajos. Al poco rato, toda la pira está ardiendo y el humo blanco huye a borbotones desde el mismo corazón del fuego hasta alcanzar el cielo.
El futbol ha unido países tan lejanos en distancia y en costumbres. La muerte nos une definitivamente. Son diferentes formas de alcanzar la gloria. Mañana nosotros partiremos hacia la base de los Annapurnas para ganar nuestro mundial particular. Desde Pokhara les habló Pedro Rojano con la camiseta de la selección.

viernes, 23 de julio de 2010

NEPAL II. Katmandú, comienza la aventura...


NEPAL II. Katmandú, comienza la aventura…
Katmandú, una de las principales capitales del budismo, está formado por un intricado de calles que se entrecruzan como los tallos de una destartalada hiedra. Los edificios con un máximo de tres plantas ocupan la gran superficie que se ve desde el avión. Completamente rodeada de un paisaje verde natural que se cuela además por dentro de la ciudad, sin respetar aceras o edificios. Los callejones son tan estrechos que discurren sombríos (a pesar del sol monzónico) y por ellos fluye el correr de sus habitantes. La primera sensación cuando el taxi nos traslada al barrio de Thamel es el caos del tráfico. Aquí, como en la India, se conduce por la izquierda, pero se puede decir que esa es la norma general, porque allá donde hay hueco, sea cual sea el sentido, es un buen sitio para circular. Los nepalíes están acostumbrados, tienes que cerrar los ojos a veces porque llega a formarse tal embrollo que serían necesarias varias grúas para retirar los vehículos, pero al abrir los ojos todo se ha “normalizado” y seguimos avanzando… ¿por la izquierda?, ¿por la derecha?... por donde haya hueco!!! Estos conductores circulan tan fluidos como hematíes por la aorta.

El barrio de Thamel, lugar elegido por los mochileros para alojarse, está repleto de hoteles, restaurantes y tiendas, como no podía ser de otra manera. Por sus callejones, además de nepalíes, turistas, bicicletas y rickshaw, circulan alocados motoristas y coches que no cesan de imponerse con sus impertinentes pitidos. Todo es movimiento. Las calles están tachonadas de letreros y luminosos donde se anuncia el restaurante, la tienda de antigüedades, la de bolsos, ropa, souvenirs, instrumentos musicales, mochilas para trecking, agencias de viaje, tiendas de ropa, agencias de cambio, hoteles, pensiones, tiendas de camisetas, galerías de arte, librerías, barberías e incluso alguna consulta dental con una vitrina en la puerta a modo de mostrador donde se exponen elegantes dentaduras postizas y una considerable colección de dientes extraídos y ordenados según tipología y tamaño.
La calle es puro nerviosismo, pura vida. No es posible detenerse. En Asia todo va muy rápido, excepto para el que se detiene en alguna esquina a ver pasar la miseria lo más rápido posible para incorporarse a una nueva reencarnación.
Katmandú es también una explosión de color, a pesar de estar nublado. Las mujeres también se atavían con saris y ropas brillantes: pelo negro azabache, la piel oscura, como teñida de henna y los ojos contorneados con lápiz negro que los hacen resaltar.
Seguimos caminando esquivando aquí y allá las motos, más pitidos; una orquestina tocando en un escalón rodeada de un público curioso y entusiasmado; los templos de tres plantas dedicados a Shiva, Ganesha u otros dioses budistas, se suceden a lo largo de las calles, desvencijados y avejentados de tanta polución y falta de mantenimiento. Destacan los balcones de algunos edificios, labrados exquisitamente en lujosa mampostería y recubiertos de polvo sobre las celosías que cubren las contraventanas. Algunos nepalíes muestran orgullosos sus camisetas rojas de la selección española, tan actualizadas que ya lucen la estrella de campeón del mundo. Me saludan alzando el puño, pues yo también llevo la mía.
Llegamos a la plaza Durbar, lugar donde se coronaba y legitimaba a los reyes y desde la que se reinaba. Durbar significa Palacio. Nos cobran por entrar en la plaza 300 Rupias (3 euros) una barbaridad teniendo en cuenta que aquí puedes comer bien por 150 Rs. Dentro de la plaza el mismo bullicio, el mercado, menos mal que aquí no pueden circular los coches ni las motos. Numerosos templos y palacios se reparten el espacio sin guardar ninguna geometría al igual que la plaza. Al final llegamos al Palacio de la Diosa niña viviente Kumari Devi, una niña a la que nombran Diosa desde muy pequeña y desde entonces ha de estar en ese palacio hasta que llega su primera menstruación. A partir de entonces deja de ser diosa y se convierte en mujer mortal. Sale de vez en cuando a saludar por una ventana, pero nosotros no tuvimos esa suerte, o quizás teníamos demasiada hambre.
Está oscureciendo, las siluetas se hacen más evidentes y nos sentamos en un escalón al amparo de los tejados de un templo. Hemos llegado a Nepal donde la vida discurre encarnizada por las calles. Desde Katmandú, su capital, les habló Pedro Rojano.

miércoles, 21 de julio de 2010

NEPAL I. DE PASO POR LA INDIA


Regresar a un lugar siempre tiene un riesgo para el recuerdo. Si además es un lugar que hemos mitificado en la memoria, ese riesgo se acrecienta. Porque regresar supone siempre una invasión de un terreno fantástico, de lugares que de tan recordados, parecen no haber existido, que se han forjado en la memoria con un fuego interior que ha emanado de las emociones y que después, a medida de ir relatando el viaje han cobrado una intensidad novelada. Es como cuando visitas ilusionado el marco descrito en aquella novela que tanto nos gustó, en los paisajes por donde paseó nuestro héroe o heroína. Todas las imágenes que habíamos dibujado en nuestra mente se desvanecen por el peso sólido de lo real.
Para llegar a Nepal hemos hecho una primera parada en Delhi, como escala necesaria a nuestro destino final. La india nos ha traído el recuerdo de aquella que visitamos en 2007 con todos sus colores y “olores”. Hoy he asistido, probablemente un poco decepcionado, a todas esas imágenes que también percibí en aquel viaje, pero que elegantemente habían desaparecido de mis crónicas y estaban veladas en la memoria. Llegamos al aeropuerto de Delhi a las 6:30 de la mañana. Un velo espeso amortajaba a la ciudad que a esa hora ya mostraba síntomas de cansancio. Hemos vuelto a oler el aroma plastoso a podrido que recorre las avenidas ajardinadas de Nueva Delhi; la misma mierda que se amontona en los arcenes de la carretera; los escombros que protagonizan solares y edificios abandonados diseminados por cualquier calle; idéntico caos circulatorio con la voz histérica de cláxones; los tuc tucs verdes y amarillos con su chapa desvencijada y articulaciones oxidadas; los taxis TATA enanos y chillones que se cuelan aquí y allá aprovechando “la ley del hueco”; las eternas obras en construcción que parecen ya viejas incluso sin estar estrenadas; los andamios de bambú que cuelgan de las murallas del Fuerte Rojo, este año un poco más allá; los mismos meones por las esquinas mostrando sin pudor su churra negra y fláccida, niños descalzos y sucios con la ropa hecha jirones que cazan en la ciudad; hombres escuálidos con taparrabos tirados en las aceras con su cuerpo negro cubierto de polvo; el barro emplastado de las calles, el calor insoportable.
La India que llevábamos en nuestro diario y en nuestro recuerdo estaba ahí también escondida tras los saris coloridos de las mujeres y en las murallas de los palacios (que siguen estando igual de descuidados), pero apenas desterraba la imagen de la otra India, la humana, la real, la que no aparece en las novelas de Marajás.
Mañana viajaremos a Nepal y la fuerza de la India volverá a colorear el recuerdo, pero hoy hemos sido testigos de que el regreso es como una enorme máquina cortacésped que no entiende de emociones.

Con la ilusión de visitar nuevos horizontes, les habló Pedro Rojano.

sábado, 17 de julio de 2010

NEPAL 2010

Este año viajaremos a Asia. Un país por encima de la India y de todo el mundo, puesto que es uno de los países que albergan la cordillera más alta e impresionante del mundo: El Himalaya. Como otros años, amenazo con llevaros conmigo en la mochila para que conozcais los pequeños detalles que llaman mi atención.
Os espero aquí mismo durante el próximo mes